por: Maria Iribarne
Un tema que estuvo sobre el tapete desde hace mucho pero que volvió a ser centro de atención en los medios locales peruanos es el de los impuestos y tasas que se cobra por los espectáculos considerados no artísticos o no culturales.
Estos gravámenes son tan variados y tan costosos en relación a otros países que representaban una traba importante a la hora de pensar en organizar un megaevento en nuestro país.
Como se sabe, los gobiernos municipales del Perú cobraban por estos espectáculos (los cuales definitivamente no consideran de interés cultural, por tanto son afectos de gravámenes) el 15 % de la recaudación, más el Impuesto a la renta a las personas naturales y jurídicas no domiciliadas en el Perú (30%), sin contar que la Asociación Peruana de Autores y Compositores, también cobra un porcentaje por derechos de autor (6%). También se comprende el 19% del Impuesto General a las ventas del que este tipo de actividades no se halla exonerada (como sí los espectáculos folklóricos por ejemplo).
Actualmente y gracias a un proyecto de ley, impulsado por la congresista Luiciana León, se logró la eliminación del impuesto municipal, así como la reducción al 15% del Impuesto a la renta.
Esta iniciativa sin duda tuvo mucho eco y ya venía con felices antecedentes que contrastaban con la idea de que en el Perú la gente no disfruta de los grandes espectáculos que se exhiben en el mundo. Para muestra basta un botón: sólo en diciembre contamos con la presencia de Björk, Toto y Soda Stereo. También podemos mencionar las más de diez mil personas que llenaron la explanada del Monumental en el maravilloso concierto que dio Roger Waters en marzo de 2007.
Sin embargo, más allá de estas auspiciosas causas que podrían cambiar el escenario cultural del Perú, hace falta que el Estado, a través de sus instituciones culturales promuevan este tipo de eventos. Ya es un paso saludable que en dicembre pasado el mismo presidente García saliera al frente para opinar a favor de los impuestos pero falta más promoción de nuestro país como vitrina cultural, como un país donde la gente disfruta y entiende la importancia de este tipo de eventos que enriquece la idiosincracia de una comunidad que la comparte. Y finalmente entender que el rock está comprendido dentro de los espectáculos de interés cultural, tanto como el ballet o la música clásica. El rock hace tiempo que dejó de ser visto como música de hippies, vagabundos y delincuentes.
Como dijo el músico Gerardo Manuel, el rock es cultura. Y quien no acepte hoy en día esta verdad innegable, definitivamente está desfasado.
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Hace 8 años
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